- Últimamente pienso demasiado en ella
-…
- Pero que puedo hacer yo, la amo demasiado como para olvidarla
-…
- Desearía que estuviera aquí para abrazarla, besarla, y sobretodo amarla
-…
-Tú no lo entiendes, jamás lograras entenderlo, ella… ella simplemente es perfecta
-…
- Ojala tuviera el valor suficiente para declararme… tú ¿tú qué opinas? ¿Qué crees que debería hacer?
- Señor, ya le dije antes que si no tiene ninguna pregunta acerca de su operador, tendría que colgar… que tenga una buena tarde.
(Ruido de teléfono al colgar)
lunes, 9 de mayo de 2011
jueves, 15 de octubre de 2009
Sabía lo que tenía que hacer.
jueves, 10 de septiembre de 2009
Accidente (desesperacción III)
- Definitivamente, no sé si lo mío es solo mala suerte, o si se trata de una puta maldición por algo que he hecho en esta u otra vida.
Esta mañana amanezco al lado del rígido cadáver de mi ex novia, y digo lo de ex porque ahora esta liada con otro, con un tío que viste túnica negra y porta una enorme guadaña. Y ahora, un colgado al volante de una furgoneta negra impacta contra mi Ford mientras intento alejarme de esta maldita ciudad.
No sé si bajar y cargarme a ese hijo de puta o simplemente, largarme y que intente seguirme, aunque si lo hace, entonces paro y me lo cargo sin más.
A bordo de la furgoneta, su conductor maldecía a gritos.
- Me cago en la puta del 32, menudo día de mierda llevo y eso, que aun no son ni las doce. Primero me llama el patrón en mi día de descanso para qué le dé matarile a una zorra chivata y ahora un puto mamón se cruza con su Ford en esta mierda de barrio, coño.
Bueno, solo me quedan dos salidas, bajar y volarle la cabeza con mi 45 o, largarme de aquí a toda pastilla. Será mejor que me largue y si quiere que coja la matrícula de esta mierda de furgoneta, en menos de dos horas las llamas no dejaran ni rastro de ella.
Segundos después, en el cruce del barrio solo quedaban los restos de un viejo intermitente, y un perro que buscaba un lugar en que orinar.
Esta mañana amanezco al lado del rígido cadáver de mi ex novia, y digo lo de ex porque ahora esta liada con otro, con un tío que viste túnica negra y porta una enorme guadaña. Y ahora, un colgado al volante de una furgoneta negra impacta contra mi Ford mientras intento alejarme de esta maldita ciudad.
No sé si bajar y cargarme a ese hijo de puta o simplemente, largarme y que intente seguirme, aunque si lo hace, entonces paro y me lo cargo sin más.
A bordo de la furgoneta, su conductor maldecía a gritos.
- Me cago en la puta del 32, menudo día de mierda llevo y eso, que aun no son ni las doce. Primero me llama el patrón en mi día de descanso para qué le dé matarile a una zorra chivata y ahora un puto mamón se cruza con su Ford en esta mierda de barrio, coño.
Bueno, solo me quedan dos salidas, bajar y volarle la cabeza con mi 45 o, largarme de aquí a toda pastilla. Será mejor que me largue y si quiere que coja la matrícula de esta mierda de furgoneta, en menos de dos horas las llamas no dejaran ni rastro de ella.
Segundos después, en el cruce del barrio solo quedaban los restos de un viejo intermitente, y un perro que buscaba un lugar en que orinar.
Sin motivo
domingo, 30 de agosto de 2009
Como cada mañana
Como cada mañana, espero para verla pasar. Ahí viene, hoy esta preciosa, lleva un vestido rojo ceñido y unas gafas de sol D&G negras.
Como cada mañana lleva algo de prisa, echo a andar, para seguirla por las cuatro manzanas que la separan de su oficina.
Como cada mañana, al llegar a la parada del autobús enciende un cigarro, lo apura en las dos manzanas que le quedan de camino.
Como cada mañana entra y se sienta en su silla, agotada por la rutina.
Como cada mañana, me siento a observarla desde el banco que hay frente a su oficina, mientras intento recordarla.
Como cada mañana, intento besarla a la salida, me atraviesa… solo soy un recuerdo.
Como cada mañana me doy cuenta, jamás debí abandonarla.
Como cada mañana recuerdo, estoy muerto y jamás podré recuperarla.
Dedicado a mi madre
Como cada mañana lleva algo de prisa, echo a andar, para seguirla por las cuatro manzanas que la separan de su oficina.
Como cada mañana, al llegar a la parada del autobús enciende un cigarro, lo apura en las dos manzanas que le quedan de camino.
Como cada mañana entra y se sienta en su silla, agotada por la rutina.
Como cada mañana, me siento a observarla desde el banco que hay frente a su oficina, mientras intento recordarla.
Como cada mañana, intento besarla a la salida, me atraviesa… solo soy un recuerdo.
Como cada mañana me doy cuenta, jamás debí abandonarla.
Como cada mañana recuerdo, estoy muerto y jamás podré recuperarla.
Dedicado a mi madre
miércoles, 26 de agosto de 2009
Viejos amigos
Todos decían que César era un adolescente un poco raro, vestía siempre de negro, y no se quitaba los auriculares ni para dormir, además siempre iba escuchando esa ruidosa música heavy.
Un día al salir de clase unos matones le dieron una paliza, otra. César se quedo acurrucado en el suelo, sangrando, con la nariz rota y varias costillas fracturadas, jurando que se vengaría.
Al día siguiente, cuando los estudiantes llegaron al instituto, no se creían lo que estaban viendo, y eso, que la policía había acordonado la zona y apenas los dejaba arrimarse.
Cuatro jóvenes habían sido atados a las columnas de la entrada, les habían roto todos los huesos del cuerpo, los habían desollado y finalmente, le habían prendido fuego a los cadáveres.
Lo más increíble, era que el comisario todavía no tenia testigos, al parecer, nadie había visto ni escuchado nada. Lo normal, decía el comisario a sus hombres, es que haciendo lo que les hicieron y estando el instituto en el centro del pueblo, los gritos se escuchasen a kilómetros de distancia.
Los chicos se sobresaltaron cuando de la megafonía del instituto salió un estruendoso chirrido. El director se dirigía a los alumnos para pedirles que volviesen a sus casas. Las clases, como era de esperar, se habían suspendido.
Mientras tanto, en el oscuro vestuario del pabellón de deportes, César esbozó una sonrisa mientras escuchaba el comunicado del director. Siguió afilando el cuchillo con sumo cuidado mientras pensaba, que tendría toda la mañana para divertirse con el que había sido su mejor amigo desde primaria y que ahora, atado, miraba aterrorizado la desconocida y perturbada cara de César.
Un día al salir de clase unos matones le dieron una paliza, otra. César se quedo acurrucado en el suelo, sangrando, con la nariz rota y varias costillas fracturadas, jurando que se vengaría.
Al día siguiente, cuando los estudiantes llegaron al instituto, no se creían lo que estaban viendo, y eso, que la policía había acordonado la zona y apenas los dejaba arrimarse.
Cuatro jóvenes habían sido atados a las columnas de la entrada, les habían roto todos los huesos del cuerpo, los habían desollado y finalmente, le habían prendido fuego a los cadáveres.
Lo más increíble, era que el comisario todavía no tenia testigos, al parecer, nadie había visto ni escuchado nada. Lo normal, decía el comisario a sus hombres, es que haciendo lo que les hicieron y estando el instituto en el centro del pueblo, los gritos se escuchasen a kilómetros de distancia.
Los chicos se sobresaltaron cuando de la megafonía del instituto salió un estruendoso chirrido. El director se dirigía a los alumnos para pedirles que volviesen a sus casas. Las clases, como era de esperar, se habían suspendido.
Mientras tanto, en el oscuro vestuario del pabellón de deportes, César esbozó una sonrisa mientras escuchaba el comunicado del director. Siguió afilando el cuchillo con sumo cuidado mientras pensaba, que tendría toda la mañana para divertirse con el que había sido su mejor amigo desde primaria y que ahora, atado, miraba aterrorizado la desconocida y perturbada cara de César.
lunes, 24 de agosto de 2009
La huída (Desesperación II)
Cuando casi había llegado, me di cuenta de que había olvidado las llaves del coche en la maldita habitación del motel, y supe que tendría que volver a verla de nuevo, la verdad no me hacía ninguna gracia y menos sabiendo, que posiblemente la policía ya estuviera de camino hacia allí.
No sabía cómo, pero estaba seguro de que todo era una burda trampa para que la policía me trincase. Fuese quién fuese el genio de ese macabro plan, quería verme entre rejas. Estaba claro que conocía ese pasado que tanto me costó dejar atrás, y que ahora, arremetía de nuevo contra mí como un tren de mercancías.
Tras volver a buscar en los bolsillos del pantalón, me di cuenta de que algo me pesaba en el bolsillo de la chaqueta, introduje la mano y allí estaban, las llaves de mi flamante Dodge Challenger R/T del 70, un pequeño capricho que me había traído de mi estancia en los Estados Unidos.
No sabía cómo, pero estaba seguro de que todo era una burda trampa para que la policía me trincase. Fuese quién fuese el genio de ese macabro plan, quería verme entre rejas. Estaba claro que conocía ese pasado que tanto me costó dejar atrás, y que ahora, arremetía de nuevo contra mí como un tren de mercancías.
Tras volver a buscar en los bolsillos del pantalón, me di cuenta de que algo me pesaba en el bolsillo de la chaqueta, introduje la mano y allí estaban, las llaves de mi flamante Dodge Challenger R/T del 70, un pequeño capricho que me había traído de mi estancia en los Estados Unidos.
No lo pensé dos veces, subí al coche y huí de aquel lugar lo más rápido que pude.
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